A la puerta de un convento de monjas de un pueblecito andaluz aparece abandonado un recién nacido. Una de las hermanitas recoge al bebé y lo lleva ante la madre superiora del convento. Las monjas deciden criar al bebé dejándole al cuidado de Ramón, el jardinero de la santa casa, un hombre honrado y bonachón que vive en compañía de Soledad, su única hija, de pocos meses. Al niño se le impone el nombre de Rafael. Apenas llega a tener conocimiento de las cosas, Rafael demuestra una irrefrenable y apasionada afición a los toros, soñando con llegar algún día a ser matador y a ganar fama y dinero. Esta afición del chico contraría bastante a su padre adoptivo, Ramón. Rafael crece y cuando es ya un mocito empieza su entrenamiento por las capeas de los pueblos y en las ganaderías particulares. Una de estas veces es descubierto por Gloria, bella hija del ganadero propietario del cortijo. Al muchacho le gusta Gloria y a ella parece también gustarle el muchacho.